

…Y volvió en tres dimensiones
Este mes de diciembre, y coincidiendo con el aniversario de su estreno en nuestro país –han pasado exactamente 26 años, que se dice pronto–, el público español puede volver a disfrutar de una de las películas más admiradas de los últimos cuarenta años, así como suena, pasada por el filtro de las tres dimensiones, un invento maravilloso para unos, algo completamente inútil para otros. El visionario James Cameron ha supervisado completamente la remasterización en 4K y 3D, ofreciendo una nueva forma de volver a disfrutar de una película que, en determinados aspectos, ha hecho historia. Su reposición coincide, además, con su lanzamiento en Blu-ray por Divisa con numerosos e inéditos extras.
1984.Un director de nombre James Cameron estrenaba en octubre — en España tuvimos que esperar a enero del año siguiente— un film titulado Terminator. Poco se sabía de su director, salvo que había trabajado para la factoría de Roger Corman y John Carpenter, encargándose de los efectos visuales de películas como Los siete magníficos del espacio y 1997: Rescate en Nueva York. Precisamente para el primero dirigió Los vampiros del mar (Piraña 2), film del que el propio Cameron reniega y que es, de lejos, lo peor que ha filmado nunca, aunque ya hay en ella dos elementos característicos del cine de su autor: predominio del color azul y el agua. Es justo reconocer la película protagonizada por Arnold Schwarzenegger como la verdadera ópera prima del director de Titanic, y a día de hoy, una de sus mejores películas.
Solo el nombre de Schwarzenegger era conocido, y únicamente por haber dado vida al célebre héroe, creado por Robert E. Howard, en las populares Conan el bárbaro y Conan el destructor. Fue precisamente el austriaco quien convenció al director de dar vida a la imparable máquina que venía del futuro a liquidar a Sarah Connor. Cameron había pensado que el actor interpretase a Kyle Reese, personaje al final interpretado por un perfecto Michael Biehn. Schwarzenegger, al que le faltaba bien poco para alcanzar el estrellato en Hollywood, acertó de lleno con su elección; su Terminator sigue siendo uno de los mejores villanos de la ciencia ficción «moderna». En una de los momentos más recordados del film, en una comisaría de policía, suelta una frase compuesta de una sola palabra, que se convertiría en uno de los diálogos más recordados de la historia, sin exagerar. Su famoso «I’ll be Back (Volveré)» sería muy homenajeado en el cine posterior, incluso por el propio actor en su siguiente film, Commando. Como máquina venida del futuro, cumplió su promesa varias veces, aunque para muchos, entre los que me incluyo, el único regreso válido del personaje es el que hizo el propio James Cameron en la tan esperada, y laureada, secuela.
SEGUNDAS PARTES…
1991. El currículum de James Cameron había mejorado un poco. Su osadía de querer realizar una secuela de uno de los films de ciencia ficción y/o terror más admirados de la historia, Alien –cuyo universo obsesiona ahora a su máximo hacedor, Sir Ridley Scott, hasta límites insospechados– se había saldado con un gran éxito de taquilla y un par de estatuillas doradas en categorías técnicas –aún recuerdo el cachondeo que se montó por la nominación de Sigourney Weaver… pero eso es otra historia–. A Aliens, el regreso le siguió el fracaso taquillero de la mucho más ambiciosa, y también mucho más personal, Abyss. A ese prodigio de los efectos visuales y las emociones le siguió el cumplimiento de la promesa del cyborg por excelencia de la década anterior, y con él, un actor que terminaría cumpliendo, en cierto modo, el ofrecimiento de James Cameron de que interpretase al «bueno» de la historia. La maldita publicidad, por otro lado necesaria, se encargó de fastidiarnos la sorpresa. Todos fuimos al cine sabiendo de antemano algo que en la película no se revela hasta el triple encuentro entre Schwarzenegger, Robert Patrick y Edward Furlong, que la estrella de películas como Depredador o Desafío total –sus dos mayores éxitos crítico-comerciales en aquella época–, evidentemente acostumbrado a que el espectador le viese como el bueno de la historia, es de nuevo un Terminator, pero reprogramado para proteger la vida de Sarah Connor –de nuevo Linda Hamilton en el papel más recordado de toda su carrera– y la de su hijo John. El enemigo esta vez llevaría el rostro de un sorprendente Robert Patrick, que cumpliría a la perfección con todas las exigencias de un personaje que debía hacer olvidar –que lo lograse ya es otro cantar– al temible T-800. Uno de los aspectos más llamativos del nuevo Terminator, además de ser metal líquido con el que Cameron y el equipo de Stan Winston se lo pasarían pipa en la creación de efectos visuales, fue la forma de correr. Patrick estaba en excelente forma física, tanto que la famosa secuencia en la que John Connor huye en moto del centro comercial, y que da lugar a uno de los clímax de la cinta, la espectacular persecución por los canales de Los Angeles, hubo que repetirla, ya que Furlong arrancaba demasiado tarde y Patrick le pillaba corriendo. La capacidad atlética del actor queda patente en todo el film, pero sobre todo en esos instantes. Si en el primer film el Terminator resulta amenazante con la sola presencia física de Schwarzenegger, en la secuela esa amenaza se transmite a través de la agilidad de Patrick.
EL TERROR CONVERTIDO EN ACCIÓN, CUANTA MÁS MEJOR
Terminator 2: El juicio final no deja de ser una repetición de esquemas del film original, elevadas a la enésima potencia. A pesar de que el film de 1984 está bien cerrado, el tema de los viajes en el tiempo, con paradojas incluidas, da para estar con la misma historia una y otra vez. Pueden estar enviando robots del futuro a cualquiera de las épocas en la existencia de Sarah Connor e hijo hasta que se harten, ventajas del espacio-tiempo en el cine. Para esta segunda entrega Cameron cambia el formato de ratio 1.85:1 por el de 2.35:1 en una decisión lógica y coherente con un director que conoce muy bien el poder de la puesta en escena. En el primer film el formato permite una mayor sensación de claustrofobia, de pesadilla si se quiere decir, «encerrando» a los personajes, opción que también le dio excelentes resultados en Aliens, el regreso –otra de las joyas de su director, hábil mezcla de terror y acción–. En Terminator 2: El juicio final se opta por el clásico scope –el director de fotografía, Adam Greenberg, utiliza la fotografía Vistavision en 35 mm para el tan característico azul de los films de su autor, algo que evidentemente cambia en su paso a la 3D–. Se trata de ofrecer un mayor espectáculo que en el film original, cambiar el relato terrorífico por otro de acción pura y dura, tal y como demuestran las numerosas set pieces –alguna de ellas está probablemente de más– a lo largo y ancho del film, sobre todo la citada persecución, que además de suponer un momento único como pieza de acción, funciona a la perfección en el básico guión a modo de catarsis con el personaje de John Connor. El gran espectáculo entendido como gran herramienta de disfrute del público que incluso tendría una especie de continuación en una atracción denominada T2 3D: La batalla a través del tiempo.
EL FUTURO YA ESTÁ AQUÍ
1996. Como en muchos de los bombazos salidos de la factoría de Hollywood, el universo creado por James Cameron se expande en un especie de «añadido» al film que se realizó en 1996, reuniendo para ello al casting principal del film –Schwarzengger, Hamilton, Furlong y Patrick– filmando secuencias, alrededor de 26 minutos, y que únicamente puede verse/experimentarse en algunos de los Parques de Universal Studios.
Inaugurada la atracción en la primavera de aquel año, esta pieza puede verse en medio del espectáculo que está dividido en dos partes. En la primera el público ve un vídeo de promoción sobre Cyberdine, el cual es interrumpido por un mensaje de Sarah Connor y su hijo, advirtiendo de la amenaza de Skynet, y aconsejando al público que abandonen el lugar. La segunda parte incluye la interacción de actores con una película en 3D en la que, entre otras cosas, puede verse al Terminator y John Connor participando en la guerra futura entre humanos y máquinas, una de las novedades argumentales con respecto a la película.
El T-800 y el T-1000 no son las únicas estrellas de la atracción. Entre las nuevas máquinas destacan los T-70, los primeros modelos de terminator con forma humanoide, soldados con grandes armas en sus brazos; y los T- 1000000, variante del T-1000 que supone una araña gigante que protege a Skynet de los ataques, siendo la máxima protagonista del clímax de la atracción, con el T-800 enfrentándose a ella y a la destrucción de Skynet después de devolver a John al presente. Un argumento que bien podría valer para una tercera entrega siempre y cuando estuviese ideada por Cameron, el único capaz de entender el universo creado por él mismo. No hace falta acordarse del desastre en el que se convirtió la saga a partir del tercer título, obra de Jonathan Mostow, pasando por el bodrio de McG y el impersonal trabajo del televisivo Alan Taylor.
Ahora que en el cercano 2019 Cameron recupera los derechos de dicho universo, los cuales había vendido por la ridícula cifra de 1 dólar a cambio de que confiasen en él para dirigir el primer título, reestrenar Terminator 2: El juicio final en un formato que el propio director se ha encargado de poner de moda es otra de las decisiones coherentes y lógicas de su autor. En el actual revival de cine ochentero, parece más una decisión que obedece a la imperiosa necesidad de la nostalgia y que de paso volverá a recaudar más dinero para una película que, en el momento de su estreno, se convirtió en la tercera más taquillera de todos los tiempos.
NOSTALGIA EN TRES DIMENSIONES BORRANDO «ERRORES»
El propio Cameron ha sido el encargado de la restauración y remasterización de su película, trabajando durante meses con las últimas innovaciones en el campo de las tres dimensiones, para ofrecer al espectador una experiencia que él mismo ha calificado de espectacular, ego aparte.
Dicho proceso, además, le ha permitido cambiar algunos fallos visibles. Retoques parecidos a los que George Lucas realizó a su primera trilogía galáctica, o incluso Steven Spielberg en E.T., el extraterrestre –algunos consideramos que en realidad no mejoraron nada, sino todo lo contrario–. De este modo queda corregido el error del parabrisas del camión en la persecución, también la cara del doble de Schwarzenegger en la misma secuencia, que ha sido sustituida digitalmente por la del actor. Cambios más o menos lógicos que alcanzan su máxima en otro: ocultar las partes íntimas de Robert Patrick la primera vez que aparece.
El mayor sacrifico en esta nueva versión ha sido a la hora de realizar el etalonaje, la corrección de color, por culpa de la pérdida de luminosidad en la imagen –algo por lo que pasan todas las conversiones a las 3D–, ha sido el perder una señal de identidad. El azul tan típico del cine de Cameron se pierde, y el film se acerca a los colores típicos del cine de hoy día. ¿Error o acierto? En palabras del propio director: «Siento que he cambiado como artista, ¿por qué querría ponerme en duda a mí mismo y lo que pensaba en 1991? Creo que la película se aguanta. No sentí la necesidad imperiosa de cambiar nada más allá de alcanzar el color y la calidad de imagen más depurados posibles».
Alberto Abuín