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J.F.K.

El estreno este mes de «Los archivos del Pentágono», de Steven Spielberg, nos recuerda la habilidad del cine de Hollywood para convertir hechos reales en impactantes producciones cinematográficas. Tal y como hizo en su momento Oliver Stone con «JFK, caso abierto» («JFK», 1991), que protagonizó Kevin Costner, brillante reconstrucción de la investigación sobre el asesinato de Kennedy, de nuevo de actualidad estos días tras la reciente desclasificación de numerosos documentos secretos relacionados con el magnicidio más famoso del siglo XX.


¿Crimen político?

La génesis de JFK, caso abierto tuvo lugar en 1987, momento en el que el periodista y profesor de periodismo en la Escuela de Periodismo de Columbia Zachary Sklar tuvo la ocasión de conocer en persona al fiscal del distrito de Orleans Parish, Luisiana, James Carothers «Jim» Garrison (1921-1992). Célebre por haber sido el impulsor de un procedimiento judicial relacionado con el asesinato del presidente de los EE.UU. John Fitzgerald Kennedy, que había tenido lugar en Dallas el 22 de noviembre de 1963, Garrison pidió ayuda a Sklar para que le ayudara a darle forma a un libro que estaba escribiendo sobre la profunda investigación que había llevado a cabo en torno al magnicidio. Sklar le echó una mano dándole al libro la estructura de «una historia de detectives, como un “whodunit” en primera persona», en sus propias palabras. El resultado fue «On the Trail of the Assassins», publicado en 1988.



Casualidades de la vida, poco después el realizador Oliver Stone –que había alcanzado la fama gracias a films como Platoon (1986), Wall Street (1988), Nacido el 4 de Julio (1989) y The Doors (1991)– coincidía en un ascensor con la editora Ellen Ray, de Sheridan Square Press, la editorial que había publicado «On the Trail of the Assassins», durante camuna visita al Festival de Cine Latinoamericano de La Habana. Ray le regaló una copia del libro y le rogó que lo leyese. Stone así lo hizo, y le entusiasmó tanto que pagó de su propio bolsillo 250.000 dólares por los derechos para el cine. Según Stone, «el asesinato de Kennedy fue uno de los acontecimientos más importantes de la generación de la segunda posguerra mundial, mi generación».

Para preparar el guión, que coescribiría junto a Zachary Sklar, el cineasta se entrevistó con Jim Garrison durante tres horas, quedando muy impresionado por el orgullo y dignidad del viejo fiscal, por más que también fuera crítico con su persona, pues, según su parecer, durante su investigación Garrison «cometió muchos errores. Confió en muchos bichos raros y siguió una gran cantidad de pistas falsas. Pero sobrepasó los límites y siguió adelante, incluso sabiendo que se estaba enfrentando a personas muy poderosas». Stone no pretendía hacer un biopic sobre Garrison, sino hablar sobre la conspiración para asesinar a Kennedy y hacer un film que echara por tierra las conclusiones oficiales de la Comisión Warren, que afirmaban que el magnicidio había sido obra de una sola persona: Lee Harvey Oswald. Dispuesto a mostrar en su película tantas teorías sobre esa conspiración como fuera posible, compró los derechos de otro libro sobre el tema –«Crossfire: The Plot That Killed Kennedy», de Jim Marrs–, se documentó exhaustivamente, aprovechando la postproducción de Nacido el 4 de Julio para leer otras dos docenas de libros en torno al mismo asunto, y además contrató a Jane Rusconi, una recién graduada de la Universidad de Yale, para que dirigiera un equipo de investigación; Rusconi llegó a leerse otras 200 obras (¡).



La famosa película de Oliver Stone en torno a

la conspiración que asesinó a Kennedy



Kevin y los demás

Con coproducción de Le Studio Canal +, Regency Enterprises y Alcor Films, distribución de Warner Bros., y con un presupuesto medioalto para la época del orden de los 40 millones de dólares, una de las principales bazas de JFK, caso abierto de cara al gran público sería la elección de uno de los repartos más espectaculares del cine de la época, en el cual hallamos una mezcla de intérpretes acreditados y no acreditados, y ello porque estos últimos accedieron a apoyar esta producción interveniendo en ella cobrando un salario por debajo de lo habitual en ellos.

Entre los primeros destaca Kevin Costner, como el fiscal Jim Garrison. Curiosamente, Costner rechazó inicialmente el papel; Stone, por cierto, también había ofrecido el mismo a Mel Gibson y Harrison Ford; sin embargo, el agente de Costner, Michael Ovitz, logró convencerle de que aceptara el rol, cosa que hizo no sin antes llevar a cabo su propia investigación sobre Garrison. La contratación de Costner como protagonista fue decisiva para la puesta en marcha de la producción, dado que los 40 millones presupuestados eran el doble de lo que Stone había acordado con Warner. Además, la primera versión del guión daba para un film de cuatro horas y media, que Stone y Sklar tuvieron que reducir, primero, a 190 páginas, y finalmente, a 156. La película se estrenó en cines con un montaje de 189 minutos; posteriormente, Stone lanzaría en formato doméstico un director’s cut de 206 minutos. Pero contar con Costner –que acababa de arrasar en los Oscar gracias a su debut como realizador, Bailando con lobos (1990)–, bastó para apaciguar los ánimos en Warner.



Kevin Costner, interpretando al fiscal Garrison, encabezó un gran reparto


El elenco de JFK, caso abierto se completó con Sissy Spacek (Liz Garrison), Kevin Bacon (Willie O’Keefe), Tommy Lee Jones (Clay Shaw), Joe Pesci (David Ferrie), Gary Oldman (Lee Harvey Oswald), Laurie Metcalf (Susie Cox), Michael Rooker (Bill Broussard), Jay O. Sanders (Lou Ivon), Jack Lemmon (Jack Martin), Walter Matthau (Russell B. Long), Donald Sutherland (coronel X), Edward Asner (Guy Banister), John Candy (Dean Andrews Jr.), Sally Kirkland (Rose Cheramie), Wayne Knight (Numa Bertel), Pruitt Taylor Vince (Lee Bowers), Tony Plana (Carlos Bringuier), Beata Pozniak (Marina Oswald Porter), Vincent D’Onofrio (Bill Newman), John Larroquette (Jerry Johnson), Bob Gunton (periodista de TV), Martin Sheen (voz del narrador) y, curiosamente, el auténtico Jim Garrison interpretando –con deliberada ironía por parte de Stone– al senador Earl Warren, presidente de la Comisión Warren.

Tras la pista de los asesinos

Otras dificultades que arrastró JFK, caso abierto durante su preproducción estuvieron relacionadas con la elección de ese reparto estelar. Por ejemplo, Tommy Lee Jones estaba inicialmente previsto para hacerse cargo de otro personaje que al final fue suprimido del guión, pero a Stone le gustaba tanto el actor que decidió darle el rol de Clay Shaw, por el cual sería candidato a un Oscar. Quien en cambio le dio quebraderos de cabeza al director fue James Woods, con quien había trabajado en Salvador (1986), pues Stone quería darle el papel de David Ferrie pero Woods estaba empeñado en que quería interpretar a Garrison, y no hubo manera de que se pusieran de acuerdo. Por cierto, el intérprete que al final se haría cargo del rol del mencionado Ferrie, Joe Pesci –quien acababa de ganar un Oscar al Mejor Actor de Reparto por Uno de los nuestros (Martin Scorsese, 1990; ver Cult Movie en núm. 263)–, al finalizar el rodaje despotricaría contra Stone, asegurando que nunca volvería a trabajar con él porque era demasiado exigente… Fuera o no por eso, lo cierto es que, en todas sus escenas, el malogrado actor cómico John Candy aparece sudando copiosamente, y no se trataba de un efecto de maquillaje, sino de que estaba tan asustado por estar haciendo un papel dramático que tenía miedo de no estar a la altura.



Por su parte, Gary Oldman explicaría que el personaje de Oswald apenas estaba desarrollado en el libreto, de ahí que, para preparar el papel, siguiera la recomendación de Stone de llevar a cabo su propia investigación, para la cual llegó a entrevistarse con la auténtica viuda de Oswald, Marina, y sus dos hijas. También la intérprete de Marina en el film, Beata Pozniak, estuvo un tiempo viviendo con ella, además de empaparse con 26 volúmenes del informe de la Comisión Warren y entrevistarse con otros familiares de Oswald y Marina, improvisando buena parte de sus escenas con Oldman. A su vez, Donald Sutherland afirmaría que preparar el largo parlamento de su personaje, el misterioso coronel X, le supuso dos meses de trabajo.

JFK, caso abierto se rodó entre el 15 de abril y el 31 de julio de 1991 en localizaciones de Dallas, Arlington, Texas, Washington, Nueva Orleans y los tejanos estudios Building One en Irving. Particularmente complicada fue la filmación de la reconstrucción del asesinato de Kennedy en Dallas, la cual se llevó a cabo en la plaza Dealey, cosa que obligó a cerrar el tráfico durante tres semanas y a rodar en tan solo diez días, algo que Stone logró usando simultáneamente hasta cinco cámaras desde otros tantos ángulos.

Estrenada en los EE.UU. el 20 de diciembre de ese mismo año, JFK, caso abierto acabó haciendo una aceptable taquilla en su país de origen –70 millones de dólares– y una todavía mejor taquilla internacional –205 millones–, además de conseguir un par de premios Oscar –Mejor Fotografía (Robert Richardson) y Mejor Montaje (Joe Hutshing y Pietro Scalia)–, siendo vencida en los otros apartados para los que consiguió candidaturas –Película, Director, Actor de Reparto (Tommy Lee Jones), Guión Adaptado, Banda Sonora (John Williams) y Sonido (Michael Minkler, Greg Landaker y Tod A. Maitland)–, respectivamente, por El silencio de los corderos (1991; núm. 200), Jonathan Demme, Jack Palance (Cowboys de ciudad), Ted Tally (El silencio de los corderos), Alan Menken & Howard Ashman (La Bella y la Bestia) y Terminator 2: El juicio final (núms. 292 y 385).

Documental y ficción

JFK, caso abierto me parece la mejor película del irregular Oliver Stone junto con Salvador, Nacido el 4 de Julio, Nixon (1995) y World Trade Center (2006). Hace gala de las mejores virtudes de su realizador y minimiza notablemente sus defectos. Entre lo mejor, sin duda alguna, destaca el talento de Stone para llevar a cabo uno de los más brillantes experimentos con el montaje del cine de estos últimos años, de manera que las barreras entre documental y ficción quedan difuminadas hasta tal extremo que podría hablarse de JFK, caso abierto como un excelente ejemplo de reportaje «ficcionalizado» o de ficción «documentalizada».



Siguiendo diversas declaraciones del propio Stone, JFK, caso abierto arranca con una serie de imágenes documentales del país y la época reflejados, los Estados Unidos a finales de la década de los cincuenta y principios de los sesenta, empezando con un discurso real del presidente Eisenhower: «Ahí tenemos a Eisenhower, el más conservador de los políticos, un héroe militar, presidente de presidentes. ¿Y qué es lo que hace en su discurso de despedida? Aprovecha la ocasión para advertir al pueblo americano de un giro hacia el fascismo…». Este prólogo documental, que incluye un resumen de la subida de Kennedy al poder y de su complicado mandato (la guerra de Vietnam, la crisis de los misiles cubanos, el incidente en Bahía Cochinos), hasta su asesinato en Dallas, da paso a un relato que adopta una textura a medio camino entre el documental y la ficción. Si, en un primer momento, Stone juega a mezclar el material de archivo, procedente de noticieros y reportajes de televisión de la época, con su propia reconstrucción de los hechos (en particular, la secuencia del magnicidio, que va recuperando y ampliando a lo largo del metraje), a partir de cierto momento la propia ficción adopta, subrepticiamente, los ropajes formales del reportaje, y narrativamente, el empleo del flashback como principal recurso de estilo. Según Stone, «de manera deliberada, hemos filmado y sobre todo montado la película de forma muy fracturada: nunca está uno seguro de dónde está, todo resulta muy confuso… Y existen diversos “niveles” mezclados: con un personaje es “lo real”, con otro, lo inconsciente; el sonido tiene también diferentes niveles; se pasa del futuro al pasado… De hecho, los tres tiempos narrativos –pasado, presente y futuro– están entrelazados. (…) Hay escenas que no “son”, su rango narrativo es “quizá”, “posiblemente”, “y si hubiera sido así” o “imaginemos que”…».



Esta premisa no es nueva. Ya la ensayó Orson Felles en Fraude (1974). La idea de mezclar reportaje y ficción en el contexto de la aproximación a una figura pública norteamericana del siglo XX también la había intentado –con torpeza– Larry Cohen en The Private Files of J. Edgar Hoover (1977). Y el asesinato de Kennedy se encuentra en la inspiración, indirecta pero evidente, de películas como Acción ejecutiva (David Miller, 1973), El último testigo (Alan J. Pakula, 1974) o la hoy olvidada I… como Ícaro (Henri Verneuil, 1979,). Pero ninguna de estas propuestas resulta tan brillante formalmente como lo logrado por Stone en JFK, caso abierto junto con sus montadores, Joe Hutshing y Pietro Scalia, así como su director de fotografía, Robert Richardson, y su espléndido despliegue de tonos en blanco y negro y en color, de tal manera que las largas explicaciones teóricas en torno a pistas, testigos, sospechosos y reconstrucciones de hechos –en particular, el asesinato de Kennedy, la persecución, detención y asesinato del supuesto autor del magnicidio Lee Harvey Oswald, y la entrevista de Garrison con un misterioso informante que responde al nombre de coronel X–, donde se mezclan grupos paramilitares anticastristas, agentes de la CIA y el FBI, mafiosos, homosexuales y militares, mantienen en todo momento un admirable equilibrio entre lo didáctico y lo dramático, lo descriptivo y lo especulativo, lo real y lo imaginado.



Otro reproche que suele aflorar cada vez que se habla de esta película reside en la aparente superficialidad del personaje protagonista y la descripción de su entorno familiar. Es una opinión que no comparto, pues Garrison me parece, por el contrario, el personaje mejor perfilado del relato: un caballero sureño a la antigua usanza, tradicional y conservador, en cuya creciente obsesión por averiguar la verdad hay algo de cruzada personal contra el pecado: en una de sus reuniones con sus ayudantes, le dice a una de ellos que no diga palabrotas (sic); hablando con la prensa, a poco de empezar el proceso judicial contra Clay Shaw, exclama: «¡Que se abra el cielo!». Y si bien es verdad que las escenas conyugales en las cuales Garrison discute con su esposa Liz son lo más convencional del film, incluso aquéllas acaban teniendo un sentido muy interesante: la voz del personaje de Liz –descrita, asimismo, como una clásica mujer americana de clase acomodada, familiar y sin complicaciones– acaba siendo, en cierto sentido, la voz de gran parte de la sociedad estadounidense que durante años aceptó la versión oficial del gobierno, según la cual Lee Harvey Oswald mató al presidente actuando en solitario. De ahí que, tras el posterior asesinato de Robert Kennedy, Liz acabe creyendo que su marido puede tener razón: que la muerte de dos hermanos Kennedy con tan escasos años de diferencia no puede ser una simple casualidad… del mismo modo que, al igual que ella, acabó pensándolo ese mismo sector de incrédulos.

Tomás Fernández Valentí

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