

¿Un futuro sin crímenes?
«Ready Player One» vuelve a demostrarnos la querencia de Steven Spielberg por el cine de ciencia ficción, del cual es, también, un maestro consumado. Una de sus mejores aportaciones fue «Minority Report» (2002), adaptación de un cuento de Philip K. Dick que protagonizó Tom Cruise.
En 1990 se estrenaba, con gran éxito, Desafío total, dirigida por Paul Verhoeven y protagonizada por Arnold Schwarzenegger (ver Cult Movie en núm. 187). Basada en el relato de Philip K. Dick «Podemos recordarlo por usted al por mayor» (1966), durante años estuvo hablándose de la posibilidad de una secuela. Una de las primeras ideas al respecto fue del guionista y productor Gary Goldman, a quien en 1992 se le ocurrió adaptar otro relato de Dick, «El informe de la minoría» (1966), y convertirlo en otra aventura futurista de Schwarzenegger; el resultado fue un guión que coescribió junto con Ronald Shusett –coguionista de Alien, el octavo pasajero y la misma Desafío total– y un no acreditado Robert Goethals, pero el proyecto no cuajó. Tampoco lo hizo un segundo guión escrito por Jon Cohen que iba a dirigir Jan De Bont, y del cual el realizador definitivo, Steven Spielberg, tan solo conservó una idea, que le encantaba: la pelea en la fábrica de coches.
Spielberg se había hecho amigo de Tom Cruise desde que le conociera tras visitar el plató de uno de los primeros éxitos del actor, la comedia juvenil Risky Business (Paul Brickman, 1983). Desde entonces, habían estado buscando un proyecto en el que colaborar. Un primer intento fue Rain Man (1988), que estuvo a punto de dirigir Spielberg antes de que cayera en manos de Barry Levinson, y que dejó correr para hacer Indiana Jones y la última cruzada (1989), que es bastante mejor… Tiempo después, Cruise se hizo con el libreto de Cohen y se lo dio a leer a Spielberg. A este le pareció que el guión necesitaba todavía mucha reelaboración, pero le prometió a Cruise que, en cuanto estuviese a punto, lo harían. En esa primera versión de la trama, el villano era Danny Witwer, el personaje que interpretaría Colin Farrell en la versión definitiva.
No sería hasta 1998 cuando se anunciaría oficialmente que Minority Report sería una coproducción de Dreamworks y Amblin Entertainment de Spielberg, la distribuidora del film 20th Century Fox, Cruise/Wagner Productions y Blue Tulip, la productora de Jan de Bont, quien figura como coproductor pero nunca estuvo involucrado. Para conseguir que el presupuesto no superara en demasía los 100 millones de dólares –102 millones, exactamente–, Spielberg consiguió que Cruise renunciara a su cachet habitual a cambio de un 15% de los ingresos brutos en taquilla, una práctica habitual del director en esa época: «No he trabajado con muchas estrellas de cine, el 80% de mis películas no las tienen, y por eso siempre les digo que, si quieren trabajar conmigo, tienen que hacerlo según mis normas. Yo no he cobrado un salario en 18 años por una película, así que si mi película no gana dinero yo tampoco lo ganaré. Deben estar preparados para hacer lo mismo».
Una brillante incursión de Steven Spielberg y Tom Cruise en la ciencia ficción
El proyecto todavía se retrasaría cuatro años como consecuencia del retraso de la producción de Misión: Imposible 2 (John Woo, 2000), impasse que Spielberg aprovechó para encargarle una nueva revisión del libreto a Scott Frank, que fue quien firmó la versión definitiva del mismo. Pese a todo, la película se ciñe sobre todo al guión de Frank y contiene gran parte del tercer borrador de Cohen. Frank eliminó al nuevo villano creado por Cohen, el senador Malcolm, y convirtió en malvado al Director de Pre-Crimen Lamarr Burgess, convirtiendo de paso a Witwer en «bueno». Posteriormente, Goldman y Shusset denunciaron ante el Guild Writers –el sindicato de guionistas de los Estados Unidos– que Frank y Cohen habían partido de su guión para elaborar el suyo; parece ser que estos ni siquiera se habían leído ese libreto porque habían preferido hacer su propia versión, pero el conflicto se resolvió dándoles crédito a Goldman y Shusset como productores ejecutivos.
Un nuevo retraso en la puesta en marcha de Minority Report lo provocó el propio Spielberg, quien primero quería concluir A.I. Inteligencia artificial (2001). Mientras tanto, y dejando aparte a Cruise como el capitán de la policía Pre-Crimen de Washington John Anderton, Spielberg propuso un reparto: Matt Damon, como Witwer; Cate Blanchett, como la Pre- Cog Agatha; Meryl Streep, como Iris Hineman, la científico responsable de Pre- Crimen; Ian McKellen, como Lamar Burgess; y Jenna Elfman, como Lara, la exesposa de Anderton. El retraso en la puesta en marcha provocó que Streep –quien había sido la voz del hada de A.I. Inteligencia artificial y acabaría protagonizando para Spielberg la reciente Los archivos del Pentágono (2017)– acabara abandonando el proyecto, y otro tanto hizo Damon. Spielberg aprovechó la marcha de este para ofrecerle el papel de Witwer a Javier Bardem, quien lo rechazó porque no se veía «corriendo detrás de Tom Cruise».
Imaginando el futuro
Una vez sustituidos esos intérpretes por el elenco definitivo –Witwer (Farrell), Agatha (Samantha Morton), Max Von Sydow (Lamarr Burgess), Lois Smith (Hineman) y Lara (Kathryn Morris)–, el rodaje tuvo lugar entre el 22 de marzo y el 18 de julio de 2001 en localizaciones de Washington D.C., Virginia y Los Ángeles. La sede de Pre-Crimen se ubicó en el edificio Ronald Reagan de la capital norteamericana, y la isla donde al final se refugian los Pre-Cogs es la de Butter en North Haven, Maine, en la bahía de Penobscot. Antes de empezar a filmar, Spielberg reunió durante tres días en un hotel de Santa Mónica a un ilustre equipo de científicos para que le explicaran cómo sería un mundo futuro creíble en el año 2054. Los expertos, convocados por el futurista Peter Schwartz y el erudito Stewart Brand, entre los cuales estaban el arquitecto Peter Calthorpe, el escritor y diseñador Douglas Coupland, el urbanista y periodista Joel Garreau, el investigador biomédico Shaun Jones, el informático Jaron Lanier o el exdecano de arquitectura del Instituto de Tecnología de Massachusetts (MIT) William J. Mitchell, aportaron una serie de ideas que sirvieron de inspiración para el diseñador de producción Alex McDowell. Este último había sido contratado por Spielberg porque le había gustado mucho su trabajo como decorador para Seven (David Fincher, 1995; núm. 205), y por sus diseños futuristas para la versión no realizada de Mel Gibson de Fahrenheit 451. De hecho, la película avanzó una tecnología que se haría realidad pocos años después, como el reconocimiento de ojos y huellas digitales o las pantallas táctiles.
Un aspecto fundamental del look del film recayó en el tratamiento fotográfico, para el cual el director de fotografía Janusz Kaminski, siguiendo las indicaciones que Spielberg –quien le dijo: «vamos a hacer la película más fea y sucia que hemos hecho hasta ahora»–, utilizó película en alta velocidad de 35 mm, en vez de las cámaras digitales por entonces en alza, para aumentar el grano general de la imagen. Las tomas cámara en mano y con Steadicam fueron más abundantes de lo habitual en su director hasta ese momento, y se utilizó una iluminación exagerada con vistas a lograr los colores desaturados del film mediante el tratamiento del negativo en postproducción.
Tom Cruise llevó a cabo en persona la mayoría de las escenas de acción, valiéndose para ello del mismo equipo de especialistas que acababa de trabajar con él en Misión: Imposible 2. Incluso consiguió hacer algo tan sutil como la burbuja de aire que sale de su nariz en la escena en la que Anderton está sumergido en la bañera, y que Spielberg quería resolver usando el CGI.
Estrenada en los EE.UU. el 19 de junio de 2002 Minority Report fue uno de los éxitos comerciales del año, con una recaudación en cines norteamericanos de 132 millones de dólares y una taquilla mundial del orden de los 358 millones. La crítica también la trató por lo general muy bien, por más que aspirara a un único premio Oscar, Montaje de Sonido (Richard Hymns y Gary Rydstrom), que no ganó. A mediados de esta misma década, inspiraría la serie de televisión homónima (2015), que pasaría completamente desapercibida.
El poder de la imagen
Contradiciendo a quienes siguen pensando que Spielberg es ese eterno Peter Pan que se niega a mirar el mundo real que le rodea (si bien hay que reconocer que, durante muchos años, él mismo fomentó esa imagen), Minority Report plantea una paranoica visión futurista, en torno a una Norteamérica preocupada por el problema de la seguridad, rodada tan solo un año después de los atentados del 11 de septiembre de 2001. Pero a diferencia de A.I. Inteligencia artificial, que puede verse como una especie de culminación de estilo, una síntesis de todo lo desarrollado por su autor desde su debut y hasta ese momento, Minority Report es un paso adelante que, a través de una aparente modernización, una «puesta al día», lejos de ser una claudicación ante el cine que «se lleva» se revela, a poco que se mire detenidamente, como un cuestionamiento en profundidad de numerosos tics del cine contemporáneo; además de ser un bello discurso sobre la relatividad de la realidad, tan propio de Dick, que Spielberg transforma a su vez en una parábola sobre la relatividad de la mirada.
Las primeras imágenes de la película resultan turbias, efectistas, impropias de un cineasta visualmente tan elegante como el autor de El Imperio del Sol: una serie de planos borrosos, digitalmente distorsionados para parecer «acuáticos», que se corresponden con la visión mental, subjetiva, de Agatha, una muchacha con el cabello rasurado al uno que flota en una piscina llena de agua. Agatha es uno de los tres «pre-cogniscentes», o Pre-Cogs, que emplea el Departamento de Policía de Washington D.C. en el año 2054 como parte de un audaz programa privado llamado Pre-Crimen, destinado a erradicar la delincuencia de la capital de los Estados Unidos y con vistas a su pronta implantación en todo el país, cuya eficacia se sustenta en esos Pre-Cogs, la chica y dos chicos, nacidos con una disfunción mental que les confiere el don de la profecía: pueden «ver» delitos antes de que se produzcan. En resumen: Pre-Crimen es un sistema policial construido alrededor de la mirada de tres superdotados conectados a un ordenador, en lo que puede verse una puesta en práctica del popular aforismo «una imagen vale más que mil palabras». La infalibilidad de Pre-Crimen se sustenta sobre la fiabilidad de los pronósticos de los Pre-Cogs: lo que ellos «ven» en su interior, imágenes mentales que se reproducen en los monitores de Pre-Crimen, es el futuro. Pero al igual que aquella frase hecha no es infalible (todo depende de qué imagen y de qué palabras), Pre- Crimen tampoco lo es: ¿y si lo que «ven» los Pre-Cogs no es el futuro, sino un posible futuro? ¿O si las imágenes que «ven» no son interpretadas por los agentes de Pre-Crimen correctamente? De ahí nace una terrible duda que el film visualiza de manera harto ingeniosa: los pronósticos de los Pre-Cogs se materializan en dos bolas en las cuales aparecen grabados los nombres de la víctima o víctimas del delito y la del autor o autores del mismo, las cuales bajan rodando como en una especie de siniestra lotería del futuro dominada, al contrario de lo que se pretende, por el azar y la casualidad.
El nudo del relato gira en torno al conflicto que se le plantea a John Anderton, capitán de la policía de Pre-Crimen y máximo defensor de la eficacia del sistema, quien de repente pasa de ser perseguidor a perseguido cuando el pronóstico de los Pre-Cogs le señala a él como futuro autor del asesinato de otro hombre, Leo Crow (Mike Binder), al que ni siquiera conoce. Anderton sufre así en sus propias carnes la paradoja de Pre-Crimen, pues siendo inocente todo el mundo le considera ya un futuro culpable. La sombra de Alfred Hitchcock campa a sus anchas a lo largo del brillante recorrido de esta especie de «versión siniestra de “Con la muerte en los talones” que es “Minority Report”», en acertada definición de David Serna Mené; y no solo Hitchcock: también Brian de Palma: dos de sus más espectaculares secuencias parecen sendos homenajes al autor de Femme Fatale: la del principio, que ilustra el funcionamiento de Pre- Crimen por medio de la detención en el último segundo de un hombre que (aparentemente) está a punto de apuñalar a su esposa infiel y al amante de esta; y la del registro del miserable edificio de apartamentos donde Anderton se esconde de las espía-arañas robotizadas enviadas por los agentes de Pre-Crimen, en particular el extraordinario plano picado combinado con grúa «que –sigue diciendo Serna Mené– Spielberg toma “prestado” de su amigo Brian de Palma en “Ojos de serpiente”».
Un equipo de científicos asesoró a Spielberg sobre cómo sería el futuro en el año 2054
Cuando menciono a Hitchcock (y, en segundo término, a De Palma), no me refiero únicamente a cuestiones temáticas (el falso culpable) o de construcción narrativa (el empleo del suspense), sino también a ese discurso de inspiración hitchcockiana sobre la mirada. Pre-Crimen es un sistema de seguridad cuya fiabilidad reside en la interpretación de las imágenes premonitorias arrancadas de las mentes de los Pre-Cogs. Toda la puesta en escena de Minority Report está construida alrededor de ese concepto de «fiabilidad» de las imágenes, de manera que casi cada secuencia propone al mismo tiempo su propia autocrítica de la misma, y eso solo está al alcance de un cineasta que conoce a la perfección el poder expresivo de una imagen. Señalo la ambigüedad de esa primera secuencia, en la que gestos y miradas parecen tener múltiples significados (el amante esperando ante la casa a que se vaya el marido, este último colocándose las gafas con la misma mano con la que empuña las tijeras…); el momento en que, en la soledad de su apartamento, Anderton ve imágenes holográficas de su difunto hijito Sean y de su exesposa Lara, en el que un par de travellings semicirculares nos descubren la «falsedad» de esos hologramas (y, con ello, la fragilidad de los sueños de Anderton); Witwer, abatido a tiros por Lamar Burguess, frente a la pantalla donde se proyectan las imágenes manipuladas que demuestran el fracaso del sistema; en particular, el bellísimo momento en el que Agatha, a solas con Anderton y Lara y a contraluz, relata una visión premonitoria en la que se mezclan el futuro «imposible» de Sean, el pasado de la propia Agatha (el misterio en torno a su nacimiento es una de las claves de la intriga) y el futuro «posible» del nuevo hijo que Anderton y Lara concebirán una vez reconciliados.
Minority Report vuelve a ser, como es habitual en el cine de Spielberg, un viaje de la oscuridad a la luz, pero en esta ocasión lleno de paradas de variada luminiscencia y tonalidad cromática: las imágenes distorsionadas del arranque; la inquietante serenidad de la visita de Anderton a la creadora de Pre-Crimen, Iris Hineman, en el extraño invernadero de esta última; el grotesco trasplante de ojos de Anderton a manos del Dr. Solomon Eddie (Peter Stormare) en un sórdido apartamento iluminado con agresivos tonos anaranjados; el flou que adorna la huida de Anderton y Agatha por el centro comercial; la luz cruda del encuentro de Anderton y Agatha con Leo Crow en el apartamento, a tono con su crispada violencia; Anderton haciendo footing con la capucha de su sudadera sobre la cabeza cuando se cita con el camello que le pasa drogas, imagen del personaje que se repite en su enfrentamiento final con Burgess… Viaje que culmina en el extraordinario plano que combina grúa y travelling aéreo para mostrarnos a Agatha y los gemelos Pre-Cogs, las auténticas víctimas del drama, viviendo en paz en medio de un entorno idílico, una vez liberados de su tortura.
Tomás Fernández Valentí