

Ay, cómo somos de chavales, lo que nos gusta meternos en líos. Y en las películas, más: si hay una edad en la que la inconsciencia campa a sus anchas esa es la adolescencia, y en el cine, esto conlleva situaciones de vida o muerte. Un juego inocente que sale mal es una excusa perfecta para (en teoría) enganchar al espectador y navegar por el torrente de funestas consecuencias. Aquí no vale decir «pasapalabra».
Es el caso de Verdad o reto –de la cual tenéis aquí mismo cumplida información–, un título que tiene una especial fuerza para la psique americana: absolutamente todos los chavales lo han jugado en alguna ocasión. No sorprende que existan ya… ¡hasta cuatro películas con el mismo nombre y basadas en el mismo concepto! Vamos a echar un vistazo a todas las antecesoras de Verdad o reto, y a cómo este tipo de films son un pequeño subgénero copado por la serie B y las pequeñas producciones. Una excusa tan buena como cualquier otra para volver a hablar por aquí de un montón de títulos ignotos para el deleite de nuestos lectores más fanáticos del terror, que sabemos que los tenemos.
VERDAD O RETO… ¿POR QUINTA VEZ?
Como decimos, esta es en realidad la quinta película con este nombre, aunque no se trate de ninguna saga. El primer film nos llegó en los años de, ejem, «bonanza» de los shots on video o SOV, films realizados por aficionados en el jardín de su casa… Y que conseguían distribución internacional gracias a la necesidad de producto.
Los habituales del videoclub posiblemente recuerden la portada de Eliminator (Truth or Dare?: A Critical Madness; Tom Ritter, 1986). Como en tantas ocasiones, el contenido no estaba a la altura de las circunstancias, pero no deja de ser una cinta reseñable: su director apenas tenía 18 años, contaba con un micropresupuesto… Y consiguió entregar un apañado film semi-amateur que aún recuerdan los fans del terror. Mike, un joven yuppie, pilla a su mujer en la cama con otro y se vuelve tarumba. Tras pasar por un asilo, decide ponerse una careta de cobre y matar a todo el que pilla. Eso sí, antes les obliga a elegir entre verdad o reto, con sangrientos resultados. Por lo visto, fue la primera película de terror que vio un Elijah Wood de cinco años, y le convirtió (según él), en un fan de por vida. Ahora nos explicamos mejor por qué accedió a hacer aquel remake de Maniac.

De izq. a der., y de arriba abajo: imágenes de las versiones de «Truth or Dare» firmadas por Robert Hearth, Jessica Cameron y Nick Simon. Abajo: «The Babysitter», que utiliza de forma muy peculiar el juego de la botella.
Ritter consiguió sacar adelante una carrera dentro de la serie Z, rodando hasta cuatro entregas de la historia del asesino con máscara de cobre fan de los jueguecitos. Ah, y siempre con mujer adúltera de por medio. ¿Algún trauma familiar o algo así? La pesadilla de cualquier feminista.
Dada la limitada difusión de los films de Ritter, no resulta extraño descubrir que en 2012 se estrenó otro film con el mismo título. Truth or Dare (Robert Hearth, 2012) contaba, de nuevo, la historia de un psicópata que se reía del personal proponiendo jueguecitos macabros. En esta ocasión buscaba vengar a su hermano, muerto en la tradicional fiesta de adolescentes que se sale de madre.
La que sí vamos a destacar, al menos por su condición de visionaria, es la propuesta canadiense Truth or Dare (Jessica Cameron, 2013). Y lo es porque en esta ocasión nos introduce… ¡en el mundo de los Youtubers! Sus jóvenes protagonistas se convierten en famosos al grabar y colgar sus retos y verdades, aunque como en el caso del «Caraanchoa», la cosa acaba regular. Un chaval se cabrea con estos famosillos y empieza a acosarlos, acabando con ellos uno por uno. La producción no es más que un vehículo para el lucimiento de su directora –que también escribe y protagoniza–, es rico en momentos desagradables y sangre a borbotones. Tiene sus fans.
Existe una última Truth or Dare (Nick Simon, 2017) lanzada, con todo el morro, apenas unos meses antes del estreno de la producción de Blumhouse. ¿Quién andaba detrás? Pues el canal SyFy, uno de los grandes impulsores de las cutre-películas de género en los últimos diez años. En este film, el ya habitual grupo de chavales hormonados alquilan una casa por Halloween, siempre una gran idea. Resulta que allí un chico perdió la vida cumpliendo una prenda del juego. Por supuesto, los adolescente no tienen mejor idea que ponerse a hacer el «verdad o atrevimiento » y despiertan a ese espíritu, que les obliga a hacer confesiones algo humillantes y a realizar atrevimientos violentos y/o peligrosos. La película no está tan mal como pudiera parecer, y resulta entretenidilla y todo, destacando la aparición de Heather Langenkamp, la actriz favorita de los fans de Pesadilla en Elm Street.
Los films de terror sobre juegos de adolescentes son un pequeño subgénero copado por la serie B y las pequeñas producciones
GIRA LA BOTELLA
Pues sí. El típico juego de fiesta, con el que muchos dieron su primer beso, también ha sido utilizado para el terror. Este mismo año hemos tenido un terrorífico ejemplo en The Babysitter (McG, 2017), film estrenado en Netflix de temática satánica y con una variante algo morbosa del jueguecito de marras, que es utilizado de forma inteligente para generar tensión.
Otro momento bastante potente con esto del girar el frasco está en el found footage The Inside (Eoin Macken, 2012), una de estas películas donde un grupo de asquerosos irrumpen en un hogar para hacer la puñeta a una familia inocente. En un momento del film, utilizan el juego de la botella para decidir a cual de las protagonistas violar. Glups.
El título definitivo sobre este pasatiempo es la ignota Spin the Bottle: The Kiss of Death (ShaRhonda Brown, 2011). Como siempre ocurre en estos casos, un grupo de adolescentes se reúne en una casa y se pone a darle vueltas a la dichosa botellita como excusa para meterse mano. Un film con micropresupuesto donde el juego se utiliza como la base para un espiral de «hedonismo»… a la americana. Esto es: un grupo de adolescentes juegan, tienen sexo prematrimonial y claro, pagan el pato. De momento, a nadie se le ha ocurrido usar eso de los «7 minutos en el paraíso» para tratar de dar miedo, aunque si esperáis un poco…

De arriba a abajo y de izquierda a derecha: fotogramas de «The Babysitter», «The Inside» (en ambas se usa el juego de la botella), «El día de los inocentes» e «Inocentada sangrienta» (con bromazos entre adolescentes que acaban mal).
BROMAZOS VARIADOS
De bromazos que acaban fatal está la historia del cine llena, y no han faltado en estos entornos estudiantiles. Que se lo pregunten a Carrie: lo de la sangre de cerdo no le hizo ninguna gracia. O al Vengador Tóxico. Los protagonistas de El día de los inocentes (Slaughter High; George Dugdale y Mark Ezra, 1986) también carecían de empatía y humanidad. Trataron de humillar al pringado de la clase y acabaron metiéndole en un incendio. Normal que cinco años después volviera para matarlos a todos.
Algo parecido pasaba en Inocentada sangrienta (April Fool’s Day; Fred Walton, 1986), que celebraba el Día de los Inocentes estadounidense contando cómo una serie de bromas idiotas entre colegas acaban desembocando en una serie de asesinatos truculentos. Claro que, para broma, su giro final, que la convirtió en uno de los títulos más odiados por todos los fans de los slashers. Como cualquier film que suceda en una fecha concreta tiene tirón y su vidilla postestreno, el film se remakeó en Abril sangriento (April’s Fools Day; The Butcher Brothers, 2008). El título pasó bastante más desapercibido, merecidamente dado su carácter absolutamente mediocre e inofensivo, aunque con un poco de suerte la volverán a dar en algún canal el próximo 28 de octubre.
Las chicas de Siete mujeres atrapadas (The House on Sorority Row; Mark Rosman, 1983) comienzan gastando un bromazo a la casera y títuacaban teniendo que ocultar un cuerpo. Vaya fallo. El film contó, de nuevo, con un remake en el nuevo milenio: Hermandad de sangre (Sorority Row; Stewart Hendler, 2009). En esta ocasión, la broma era para castigar a un novio infiel, y el pacto de silencio para ocultar la tragedia recordaba al de un buen puñado de películas de la época. Mismo argumento podemos encontrar en Kill Game (Robert Mearns, 2017), con otro puñado de cachondos mentales gastando bromas pueriles sin parar hasta que la cosa acaba mal. Se lo merecen.
Por útimo, podemos hablar un poquito de 7eventy 5ive (Brian Hooks, Deon Taylor, 2007), donde una llamadita telefónica se sale de madre. Si en Scream era el asesino el que utilizaba el teléfono para acojonar al personal, en este film son unos chavales irresponsables los que se dedican a molestar a la gente llamando al teléfono para reírse de ellos. Hasta que llaman a la persona menos apropiada y viene a acabar con ellos.
De bromazos que acaban fatal está la historia del cine llena, y no han faltado en los entornos estudiantes que retratan estos films

De arriba a abajo y de izq. a der.: «Abril sangriento» (remake de «Inocentada sangrienta»), «Siete mujeres atrapadas» y su nueva versión, «Hermandad de sangre», así como «Kill Game» y «7eventy 5ive». Todas ellas llenas de teenagers aficionados a las bromitas de mal gusto.
¿ECHAMOS UNA PARTIDITA?
«Cuidadito con la ouija», nos dijeron mil veces nuestra madres. Y nosotros, ni puñetero caso. Todo un clásico de las fiestas de pijamas y reuniones adolescentes. El dichoso tablero ha sido incluido de manera tangencial en decenas de films desde los años 40, generalmente en manos de médiums. A finales de los 70, Hasbro comercializa un tablero con ese nombre, y es ahí cuando comienza a usarse como juego en reuniones de estudiantes con ganas de cachondeo. Seguramente volvisteis a escuchar hablar de aquellas producciones a raíz del estreno de Verónica. Lo que a nosotros nos interesa es ese aspecto lúdico y medio de cachondeo: como decía Carlos Jesús, «Hoy ríen, mañana llorarán».
El film de Paco Plaza es totalmente estimable, destacando dentro de un subgénero repleto de cosas tan flojas como Muertos del pasado (Long Time Dead; Marcus Adams, 2002), donde el espiritismo remataba una noche de juerga, alcohol y drogas. Los más videocluberos aún recordarán Witchboard, juego diabólico (Witchboard; Kevin Tenney, 1986), cuyo título español ya nos indicaba que aquí nos tomábamos el asunto como un juego. El argumento de esta serie B marcó el camino a seguir para decenas de otras producciones: en una fiesta, una grupo de universitarios invoca a una presencia que posee a una universitaria buenorra (Tawny «Whitesnake» Kitaen). Si la destacamos es por su buen funcionamiento en videoclubes, y por engendrar una pequeña franquicia de tres películas, a cada cual más pobre.

De arriba a abajo, films con tableros encantados y/o malvados: «Verónica» , «Muertos del pasado», «Ouija», «Witchboard, juego diabólico», «Ouija: El origen del mal», «Charlie Charlie», «Monstruos y laberintos» y «Ludo».
Por supuesto, la otra gran adaptación es Ouija (Stiles White, 2014), película también de la Blumhouse que se convirtió en todo un éxito. Su secuela Ouija: El origen del mal (Ouija: Origin of Evil; Mike Flanagan, 2016) fue otro taquillazo, aunque ya introducía la consabida figura de una médium paranormal. Por si fuera poco, existe una variante que ha surgido en los útimos años: el juego de «Charlie Charlie». Es una manera casera y sin tablero de invocar a espíritus, realizando una cruz con lápices. El fantasma responde a las preguntas inclinando el lápiz. En el film Charlie Charlie (Derek Presley, 2016) se contacta con misteriosas presencias que no quieren ser molestadas y, como imagináis, terminan por vengarse de los pesados humanos El juego se ha popularizado por Internet, donde podéis ver a un montón de Youtubers probándolo y grabando las reacciones, aunque seguramente tendréis mejores cosas que hacer.
Cerramos este repaso a juguecitos, fiestas y adolescentes con algunos más formalitos. El mus y la escoba siguen siendo los reyes de los juegos de cartas de nuestros jóvenes. En las universidades americanas, al menos en los 80, parece que gustaban más juegos de rol en vivo, como el famoso «Killer». Hasta dos películas de la época trataron el tema: ¡Te pillé! (Gotcha!) y Tag, que por su condición de thrillers se escapan de nuestro foco. Nos interesa más Monstruos y laberintos (Mazes and Monsters; Steven Hilliard Stern, 1982), un telefilm que aprovechaba la confusión del público americano con los juegos de rol, populares en los campus del país. Tom Hanks se flipaba tanto con su personaje que llegaba a creerse él, y trataba de tirarse desde el World Trade Center para lanzar un conjuro de vuelo.
Quizá la más alucinada de las películas de este artículo sea Ludo (Qaushiq Mukherjee, 2015), un film indio en el que juegan… ¡al parchís! Hay quien gusta de jugar una suerte de parchís etílico, tomando un chupito cada vez que tiras… Pero los protagonistas de aquí juegan con un tablero maldito y asesino. De nuevo, un grupo de adolescentes despendolados se agarran una buena curda y están a punto de tener sexo en un centro comercial abandonado. Allí se les aparecerá una vieja que les propondrá una partida a un parchís artesanal y siniestro. Todos acabarán muertos de maneras crueles, y nosotros descubriremos el legendario origen del tablero en una serie de flashbacks con canciones y seres mitológicos. ¿Videojuegos? Aunque tenemos algunos ejemplos, suelen suceder fuera de fiestas, en la habitación de algún pajero. Esperamos con ganas algún film de un Super Smash Bros. homicida.
Como puede comprobar el espectador, ni las anteriores Truth or Dare ni, en general, los films que recurren a este tipo de argumentos y ganchos suelen ser material de primera categoría. Pero todo llega: si tuvimos un film de «Hundir la flota», solo era cuestión de tiempo algo así. Desde aquí pedimos a los productores de nuestro país que se planteen la posibilidad de adaptar «Mamar y soplar» a la gran pantalla.
José Viruete